“El Primer Bombero fue un Perro..."

Sobre el génesis.

“... Así como el primer perro fue bombero”. Esto fundamentaba una de las personas más destornilladas que conozco al ver un pequeño afiche de los bomberos de San Telmo y Puerto Madero en el que se incluía la foto de un perro negro, con la lengua afuera. Comenzamos a buscar algún tipo de explicación a la fotografía del can y de por qué estaba en ese contexto. Aquí la conclusión:

Allí por el paraíso, en los verdaderos tiempos inmemoriales, la primera mascota de Adán, incluso antes de la mujer, fue el perro. Y nos preguntaremos, si fuéramos curiosos e ignorantes, ya no después de que nos hayamos preguntado en este momento, y contestado luego: cómo saben los bomberos que este perro era negro. Muy distinto a la controversia generada por el color de piel de nuestro amigo Adán y su legítima esposa, y mucho más sencillo de comprobar. Este hecho es aclarado por un relato hallado recientemente, firmado por el mismo autor del Genesis, que nos revela las conversaciones que se daban en el auténtico "Primer Mundo". A seguir, la confirmación que habrán leído en el cuerpo de bomberos, un “extracto del texto”.

Adán: - Lord, I want a pet.
Dios: - Well… I am thinking in a dog.
Adán: - Ok
Dios: - What colour?
Adán: - Black
(¡SARAN!) 
Dios: - Ok. See you!
Adán: - Jaja! I know, I know!

Entonces: fue un perro negro el primer bombero. Pero también quien (aquí viene lo trascendente del asunto) aún en el Paraíso les salvó la vida a Adán y a Eva. ¿Cómo ocurrió esto? Adán y Eva, ambos junto al infame árbol, fueron parte de un accidente. Adán lo atribuyó a una brisa que para Eva nunca existió. Lo cierto es que en plena excitación por un simple fruto prohibido, cae una manzana de aquel manzanero, el mismo que ha dado luz al mundo y a Luis Miguel. Cayendo esta manzana fue que rozó con su cabito la corteza del tronco del árbol. Lo que para este mundo hubiera sido sólo la frotación de una madera y un "ni siquiera proyecto de madera" (el cabito), allí en el Paraíso, donde el fuego prende más fácil seguro, se produjo un incendio. Este comenzó con un breve foco en la base del árbol, y cuando estaba a punto de expandirse, el ágil can, en un intento de reivindicar su fama de no racional que le daría el hombre mucho tiempo después, apagó el fuego, levantando una pata y simplemente orinándolo.

Es cierto que nos faltan datos importantes, como por ejemplo la raza del animal o el nombre que de seguro Adán le asignó. Y otros datos menos importantes como la reacción de los dos humanos ante este hecho y la segura recompensa que recibió el "guau guau". ¡No nos privemos de especular al respecto! De seguro nuestro relato alcanza para saber por qué hoy en día los perros, movidos por un poco de instinto, un poco de memoria de su primer representante (en honor a él, como ritual) y un poco por necesidad, orinan de a pequeños chorros los árboles. Buscando el manzanero y asegurándose con el aroma que imprimen, en forma preventiva, que su mejor amigo no cometa otra vez el mismo error. Nos han desplazado a los yuyos.
Los honran en el cuerpo de bomberos. Es hora que todos nosotros los honremos.
¡Vivan los perros que pillan los árboles y no las ruedas de las bicicletas!

Ángel Ermida con Ache

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